lunes, 2 de mayo de 2011

Los Clavos de "David"

Un día llego a consulta una pareja, padres de familia que manifestaban tener serios problemas con su hijo adolescente, el joven que llamaremos “David” según relato de sus padres era muy agresivo, no obedecía, solía dar portazos, romper cosas y referirse a ellos con malas palabras; además era esta misma actitud ofensiva la que mantenía en el colegio con sus compañeros y docentes.

Cuando el adolescente ingreso a la consulta y ante la mirada pasiva del psicólogo quien escuchaba atentamente su versión de los hechos, se le ocurrió proponerle a “David” un sencillo ejercicio. Le dijo a sus padres que le consiguieran un martillo  y una caja llena de clavos y la instrucción al chico fue la siguiente: “Cada vez que te sientas muy enfado por algo que te haya ocurrido, o cuando te enfades con tus padres, amigos, profesores, etc, te encerrarás en tu habitación, sacarás la caja de clavos y fijarás uno en tu puerta por cada momento de rabia que tengas. Ahora bien, cada vez que sepas controlar tus impulsos y, que no estalles a la primera sino que sepas canalizar esa energía, te serenes y razones sobre el desencadenante de esa rabia, pues entonces desprenderás un clavo de la puerta.”

Para el adolescente por supuesto supuso una venganza adicional a lo que para él eran injusticias y era la excusa perfecta para acabar con la puerta no a patadas sino a martillazos, por supuesto que acepto encantado la sugerencia de su terapeuta, de hecho, pienso que lo idolatro en ese momento.

Fue así como “David” comenzó a martillar su puerta llenándola de clavos con relativa rapidez. Era tanta la furia que tenia dentro y tan repetidas las ocasiones en que experimentaba esta rabia intensa, que los clavos no duraron muchos días y, sus padres han tenido que comprarle una segunda caja. Así fueron pasando los días y las semanas, pero conforme iba pasando el tiempo, “David” ya no fijaba tantos clavos, es más, empezaba a quitar aquellos que había clavado semanas atrás, pues empezaba a auto regularse.

Al cabo de unas semanas, cuando por fin había aprendido a canalizar su ira y a no emprenderla con lo primero o el primero que se encontraba en su camino, concluyó su tarea soltando el último clavo que quedaba en su puerta y fue entonces cuando le solicitó a sus padres que anhelaba ver de nuevo su psicólogo.

Cuando “David”  llego a la consulta, le comento sus logros al terapeuta. Le dijo que había aprendido; que ahora veía las cosas de otro color y que al final sus enfados muchas veces no tenían argumento válido alguno. Además se dio cuenta de que sus amigos querían pasar más tiempo con él, le invitaban a los partidos y sus padres eran más permisivos algo de lo que realmente gozaba. Después de una charla entretenida, “David” le pidió a su psicólogo un favor…
-         Quiero pedirte un favor especial?
-         Si…Dime…Si puedo hacer algo al respecto con mucho gusto
-         Ocurre que después de haber clavado tantos clavos en mi puerta y luego de haberlos quitado todos y cada uno de ellos, mi puerta ha quedado llena de agujeros y, durante las noches se filtra mucha luz exterior, con lo cual tengo problemas para conciliar el sueño. Podrías por favor hablar con mis padres para que me cambien la puerta?
A lo que el psicólogo respondió:
- “David”, siento mucho que tengas este problema actualmente, pero no puedo ayudarte y te voy a explicar porque. Resulta que esa puerta es el reflejo de lo que eras. Cada uno de esos agujeros, representa las cicatrices que has dejado a otras personas y a ti mismo. Aunque los tiempos hayan cambiado y hoy seas otra persona, el daño lo has hecho. Por eso, tendrás que aprender a vivir con ese pasado para no volver a repetir los mismos errores. Tendrás entonces que aprender a convivir con esos agujeros y aprovechando las lecciones aprendidas, experiencias y cicatrices de tu pasado, forjar y construir un presente y un futuro diferente, puesto que eres el único responsable de tu destino.


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