miércoles, 25 de mayo de 2011

Qué reputación tenemos de nosotros mismos?



Pues eso precisamente es lo que llamaría la Autoestima. Aquella reputación que tenemos de nosotros mismos. Nada más sencillo de definir y nada más complejo de expresar.

Si buscamos una definición más amplia, podremos encontrar entre muchas otras que es la disposición a considerarnos competentes para hacer frente a los retos básicos de la vida y ser merecedores de cosas buenas. La autoestima es una habilidad social que se tiene que potenciar internamente puesto que cuando depende de factores externos corre el peligro de no desarrollarse y etc, etc.

Como prefiero las definiciones simples y concretas, me quedo con aquella que define la autoestima como la reputación que tengo de mi mismo; lo que significa que YO soy el responsable único de mi ser, YO soy el único capaz de decidir como tiene que ser mi vida y además soy YO el único capaz de aprender a reconocer y valorar la persona que realmente soy.

Queda claro entonces que la Autoestima es una carrera absolutamente egoísta pues su éxito o fracaso solo depende de una persona, YO; y este punto de individualidad me encanta de la Autoestima. Por fin algo que podemos hacer solo para nosotros.

Invitados quedan entonces a mejorar la reputación que tienen de si mismos, a entender la importancia de saber donde están ahora más allá de la solución misma y sobre todo a que son vosotros los únicos responsables de vuestra felicidad.

P.D. Os dejo un cuento de Jorge Bucay que puede ayudaros a comprender un poco más este dilema de la Autoestima:

EL ELEFANTE ENCADENADO

Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. También a mí como a otros, después me enteré, me llamaba la atención el elefante. Durante la función, la enrome bestia hacia despliegue de su tamaño, peso y fuerza descomunal... pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas clavada a una pequeña estaca clavada en el suelo. Sin embargo, la estaca era solo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir. El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye? Cuando tenía 5 o 6 años yo todavía en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: -Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo me olvide del misterio del elefante y la estaca... y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta. Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta: El elefante del circo no se escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde muy, muy pequeño. Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró, sudó, tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo, no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado, y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que le seguía... Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no se escapa porque cree -pobre- que NO PUEDE. Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás... jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra vez...

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