martes, 17 de mayo de 2011

Dónde quedo nuestra infancia?

He releído quizás por tercera vez un libro infantil que se llama Down de la escritora María de los Angeles Alfaya Bernárdez, (An Alfaya) y no me canso de leerlo. Cada vez que abro una de sus páginas retrocedo en el tiempo y me divierto montones con las historias que sabe narrar en lenguaje infantil tan magistralmente esta autora.

La historia comienza así: “Al tío Serafín se le ha caído un tornillo de la cabeza. No es que lo diga yo, sino la tía Edelmira. Oí como se lo contaba a mamá la otra tarde, mientras bebían café con leche en la sala.
A lo mejor se trataba de una especie de secreto entre hermanas, porque la tía Edelmira murmuraba e hipaba, y mamá movía la cabeza de un lado para otro suspirando. Por si las moscas, no quise interrumpirlas y salí a la terraza a jugar con mi gato chas...
…Tal vez son embrollos de niño que no entiende el mundo de los mayores. Mi gran pregunta es si todas las personas tenemos un tornillo en la cabeza, porque yo, por más que me miro en el espejo del cuarto de baño, no acabo de encontrármelo. Puede que lo que suceda es que los tornillos crecen en la cabeza de los niños cuando ya están en secundaria, algo así como las muelas del juicio. Y a mí como me falta mucho para llegar, no tengo ni sombra de ellos en la frente…”

Con este comienzo es imposible no digerir este pequeño libro en una hora de lectura desenfrenada y al finalizarlo, siento una especie de hormigueo de alegría en el cuerpo. No sé, a lo mejor esta escritora, me sabe transportar tan bien en el tiempo que vuelvo a ser niña otra vez por unos cuantos minutos y, toda la condición humana adulta desaparece; quedando solo la niña que lee y la niña que cuenta el cuento.

Os dejo otro fragmento del libro para que volvamos a ser niños de nuevo y nos olvidemos de los tornillos que apretujan nuestra cabeza y además la oxidan:

“… Mi primo Down es chino. Al menos, eso es lo que yo pensaba hasta hace poco. Ahora ya no sé que pensar.
-Oye, mamá, ¿Y el primo Down por qué es chino? Cuando le hago esta pregunta mamá acaba de arroparme y se dispone a leerme un cuento. Por la cara que pone sé que se trata de una pregunta de respuesta difícil, porque abre y cierra la boca varias veces sin que le salga ninguna palabra, como hacen los peces cuando boquean. Finalmente, cuando consigue hablar tartamudea.
-¡Pe-pe-pero, ca-ca-cariño! ¿Qué preguntas son esas? En primer lugar, tu primo no se llama Down, sino Guillermo. Y si te escuchasen la tía Edelmira o el tío Serafín, se llevarían un disgusto-
-¿Por qué? ¿Se le caería el tornillo al tío?
- ¿Qué ocurrencias tienes. Santo Cielo! A las personas hay que llamarlas por su nombre verdadero, tesoro.
-¡Pero si tú casi no me llamas Siro, sino “cosita, cariño, rey”!
-No es lo mismo.
-Pues yo no veo la diferencia. Además a Down el gusta que le llamen así y no esa ridiculez de Guille, como le llama la tía...”

Bendito tesoro la Infancia!


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