El sur de Francia! La Costa Azúl, St Tropez. Quién haya visto algunas pelis francesas, haya oído hablar por ejemplo de Brigitte Bardot o esté atenta al mundo de la farándula, quizás a escuchado hablar de Saint Tropez.
Y como estamos en pleno verano, pues que mejor razón que hablar de esta región y en particular de esta pequeñísima ciudad. La región hay que decirlo es absolutamente hermosa, supongo yo que los impuestos han de ser altos para mantenerlo todo tan cuidado y glamuroso. Trés chic! Las flores de colores que adornan casi cualquier calle, las fachadas de las viviendas y chalets de lujo, la naturaleza desbordante por cualquier lado, todo pensado al más mínimo detalle para que siendo muy lujoso no pierda el encanto de las ciudades de pescadores que fueron en su momento o de los pueblitos de montaña de antaño, donde veraneaban los franceses de la época.
Lo cierto es que la región vale la pena conocerla aunque tal vez resulte más relajante y menos agobiante en primavera que en verano. Como estábamos cerca de Saint Tropez, decidimos dar un paseo después de cenar por esa pequeña ciudad, pero antes habíamos visitado Port Grimaud, un pueblo encantador, muy pijo como todo en la zona pero romántico y bello. Los franceses amables, no había tantos turistas, se respiraba tranquilidad veraniega y por supuesto los aromas que iban despidiendo los restaurantes por donde cruzábamos, nos recordaban una vez más que estábamos en Francia el país de las fragancias. Al ver esto tan armónico, por supuesto que me imagine que St Tropez sería mucho mejor. Si tan famosa es esa ciudad será por algo no!
Conforme nos íbamos acercando a la ciudad cambiaba abruptamente el panorama. Nunca había visto tanto coche lujoso, deportivo y último modelo junto. Me sentía en las tiendas de coches de los Campos Elíseos en París, donde en su momento me hice la consabida foto con un Ferrari. Allí, en St Tropez estos coches están aparcados frente a los portales y parkings como de si un Seat u Opel Corsa se tratara. Nosotros, dejamos el cochecito “normal” que tenemos, en un parking alejado y fuimos caminando recorriendo poco a poco las pequeñas callejuelas de la villa.
Finalmente llegamos a la Place de Elise llena de restaurantes y en cuya plaza hay varias pistas de petanca, donde jóvenes no mayores de 30 años se divertían con el deporte nacional francés siendo las 11 de la noche, pero eso sí muy bien vestidos.
Hasta aquí todo bien. Después de 15 minutos de caminata y, bajando por una callecita llena de comercio abierto hasta media noche o más inclusive, llegamos al puerto de St Tropez y vaya puerto por Dios! Cada yate más grande que el de al lado. Pagan por el privilegio de estar en primera línea la módica suma de 1000 euros diarios. Una botella de agua que normalmente cuesta 50 céntimos en el supermercado, en un café del puerto costaba 8 euros y sin rodaja de limón, porque serían entonces 2 euros más, un café 15 euros, los lujosos coches, la moda, la música, tanta gente, etc, me hicieron sentir rara por lo que ocurría a mi alrededor.
Mi sensación era como estar en una jaula de fieras en celo dispuestas a emparejarse con el mayor número de hembras o machos posibles. Las mujeres deambulaban sedientas de hombres, con unos trajes minúsculos que dejaron ver en más de una ocasión su ropa íntima. No había visto en mi vida tanta minifalda junta ni tanta pierna infinitamente larga, tanto minivestido, ni tantas mujeres lindas, porque lo cierto es que eran mujeres muy guapas, con cuerpos esculturales, que sabiendo lo que tenían sencillamente lo lucían con un firme propósito, encontrar el millonario dueño quizás de algunos de esos barquitos que le hiciera la vida más fácil a estas princesas.
Por su parte los hombres no se quedaban atrás, luciendo sus bronceados marrones, bien afeitados, bien perfumados, bien vestidos y con un reloj carísimo que se notara. Y así, empezaban a salir de todas las esquinas estas personas, estos coches y este mundo se hizo a mis pies generándome incomodidad. Me parecía absurda tanta exageración, tanta certeza de sexo y de placer, tanta opulencia, tanta necesidad de ser visto y admirado, tanto corazón vació! Nosotros, deambulábamos por estas calles como simples mortales, vestidos con vaqueros, menorquinas e incluso havaianas, camisetas de Zara y, sintiéndonos personas normales, resulto ser que éramos anormales para este universo paralelo.
Sin embargo, me pongo a reflexionar después y caigo en la cuenta de que Saint Tropez es la ciudad ideal para todo el mundo, independientemente de lo que se tenga o se lleve puesto. Para quienes quieran ir a desenfrenarse, a lucir sus accesorios de lujo, a gastar lo que tienen y lo que no tienen, es el lugar ideal. Para aquellos que solo quieren noches de sexo y placer es el lugar ideal. Para quienes quieren encontrar su príncipe y/o princesa también es lugar,(lo difícil es garantizar que salga príncipe, sapo, rana o mendigo, pero de que se consigue se consigue). Para quienes buscan un motivo para sentirse más desgraciados, pobres e infelices es ideal, y, es ideal también para aquellos que siendo felices con lo que tienen y con lo que son, ven con ojos de imparcialidad una realidad ajena en todo a ellos y se divierten apreciando este universo paralelo.
Al final resulto que St tropez es ideal para los jovencitos, para los treintañeros, para los cuarentones y también para los cincuentones y si eres millonario pues la edad carece de total importancia.
FELICES VACACIONES!
Que divertido! Me he reido mucho con la descripción del lugar. Tendré que ir algún día en primavera.
ResponderEliminarUN LUGAR DE RICOS, PARA LOS RICOS. A MI NO ME VA.¿¿¿¿ PAGAR 15 EUROS POR UN CAFE ???? ¿¿¿¿¿PARA VER CUERPOS BELLOS Y MUCHO VASILE....?????.
ResponderEliminarME PARECE MUY RESPETABLE, PERO YA SE DONDE NO TENGO QUE IR